“EL CANAL” de H. P. Lovecraft (Versión de Aleqs Garrigóz) (Publicado en Golfa: León, Mex.; febrero, 2020)

 

En algún lugar en el sueño hay un lugar malévolo
en que altos y desiertos edificios se amontonan al lado
de un profundo, negro, delgado canal apestando fuerte
de terribles cosas, donde corrientes oleosas corren.
Carriles con viejos muros a medio camino
se abren a calles que uno puede o no conocer,
y la débil luz de luna arroja un espectral brillo
sobre luengas hileras de ventanas oscuras y muertas.

Allí no hay paso, y el único suave sonido
es el del agua aceitosa mientras se desliza
bajo puentes de piedra, y a lo largo de los costados
de su profunda ranura, hacia algún vago océano preso.
Nadie vive para contar cuándo esa corriente removió
a esa región de sueño perdido del mundo de la arcilla.

POEMAS DE UN PUNK EN TRAJE DE NEGOCIOS. DOS POEMAS DE MATT SKIBA (Versiones de Aleqs Garrigóz) Publicado en Golfa: León, Mex.; enero, 2020)

MÁQUINA DE MENSAJES

¡Últimamente no puedo escuchar las campanas sonando!
¿Debe el botón ser presionado?

Déjalo para la máquina contestadora:
es probablemente sólo algún mensaje de actualización,
otro desmayo nocturno para crear un ambiente para una pareja nocturna.

Avísalo:
el calor se emite fuera de los fuegos nocturnos tardíos
que chispean para iluminar un poco para que el ojo vea.

La música no puede reproducirse con las sombras danzantes sobre los pezones;
aprovecha:
un mensaje de bragas con listones de una chica en una carta de despido,
otro mensaje extraño sobre algo que se desea que sea,
un amor unilateral entre una chica y un anormal.

El autocontrol evoluciona sonriendo ante espejos de corredor,
abrazando fuertemente una máquina de mensajes…

 

AMIGOS DE ADOLESCENCIA

Llegas a casa del trabajo,
sintiéndote medio harto,
una suerte de lío;
¡quieres estar drogado!
La vida puede perder toda su significación
o la vida puede ser súper inspiradora,
¡¿pero el tiempo en esta Tierra parece expirar rápido?!

¿Por qué ¿Por qué? ¿Cuándo?
No fingiré,
pero recuerda los días cuando éramos amigos de adolescencia.

Un esfuerzo por levantarse
parece más o menos bien…
Todos cargan un tiro en la cabeza:
se disparan balas o fotos…
La vida no puede nunca matar viejos sentimientos
ni ser echada a andar sin llave,
mas la exageración por las palabras parece transpirar.

Una vez fuimos jóvenes;
en ese entonces no se trataba de morir,
ni de crecer;
se trataba de desafiar y estar inspirado.
La vida puede realmente irse a la deriva.
El tiempo no es mentiroso,
sino que la realidad es aún un hecho tensado con negación.

¿Por qué ¿Por qué? ¿Cuándo?
No fingiré,
pero recuerda los días cuando éramos amigos de adolescencia.

 

 

 

“NO ES QUE MORIR NOS DUELA TANTO” de Emily Dickinson (Versión de Aleqs Garrigóz) (Publicado en Golfa: León, Mex.; enero, 2020)

No es que morir nos duela tanto:
este vivir nos duele más.
Pero morir es una forma, un modo
diferente, tras la puerta:

la costumbre del pájaro del sur
que antes de llegar las heladas
acepta una mejor latitud.
Nosotros somos pájaros que se quedan:

los temblorosos que circundan las puertas
del granjero, cuya migaja reacia
reclamamos, hasta que las piadosas nieves
persuaden a nuestras plumas volver a casa.

LA PROMESA DE UN POETA: UNIDAD CONCEPTUAL SEGÚN SU AUTOR (Inédito. Leído en la presentación de La Promesa de un poeta, en el ex Convento Del Carmen: Guadalajara, 2005)

La promesa de un poeta pretende ser un libro cerrado de poesía. Cerrado en tanto la redondez de su trabajo formal, entendido éste como la unidad armónica de temáticas y estilos, cerrado como una lápida en la que se pueden leer inscripciones que se han grabado pensando en la eternidad. Libro no como un cuaderno de anotaciones poéticas, ni como un compilado de poemas, sino como un ataúd.

            La promesa de un poeta representa mi tercer trabajo y es, como su claro nombre lo indica, una promesa. La promesa de un joven que se mira y se reconoce poeta, y que en sus cantos se asume como tal. Que ha aceptado su destino de poeta y mira un momento el mundo y sus apariciones para enunciar que ha decidido vivir y morir por la poesía.

            El texto inicial, que no tiene nombre como tal, y que en el libro tiene la inscripción de “Promemio” es esa promesa escrita en verso. Es la historia inicial de la obra en conjunto, un monologo donde ese poeta, valiéndose del recurso de la tradición judeocristiana y de la visión apócrifa de ésta, habla de sí mismo como un cainita, un descendiente de la raza de Caín, de la cual según dicha tradición provienen los artistas: músicos, bailares, maquilladores, guerreros, fascinadores, poetas. El joven poeta se reconoce en su pasado histórico mitológico remoto pero mirando hacia el futuro, hacia final del mundo. Bien o mal entendida la simbología de los Caines y los Abeles, el autor del libro cierra esta declaración-poema exhortando al mundo acercarse a éstos versos que afirma, haber creado con su propia sangre. 

33 poemas, todas nominadas y numeradas con signos a la usanza romana, forman el cuerpo central de ésta obra, valiéndose de un lenguaje que el autor pretende sensual. No recamado de joyas retóricas para no ser objeto hermético ofrecido sólo a conocedores eruditos y expertos, sino con un lenguaje simple pero que se dice a sí mismo hermoso en su decir, en su musicalidad, con la música intrínseca del habla misma y la respiración, de los jadeos de la angustia, nuestra asfixia cotidiana. No medido como un ladrillo, si no libre, fluyente como un río que va ofreciéndose a la degustación. 33 poemas  que hablan del hombre. No sólo del hombre poeta, si no del hombre como ser existencial, vivo y muerto.

            La promesa de un poeta quiere ser emocional. Aspira que los críticos digan: “Es un libro romántico.” En él utilizo figuras de pensamiento que deseé cargar de densidad sensorial, jugando con contrastes violentos para producir emoción estética, y valiéndome aun del miedo, el espanto y el morbo para lograr artísticos. En él canto la soledad, el sufrimiento y la ruina inevitable que todos tan íntimamente compartimos. Canto la tristeza de lo que nace y muere a cada instante en este mundo imposible e inhóspito. Canto con palabras que bajan la mirada de vergüenza ante la belleza del mundo desatándose como un demonio, ante la horrenda hermosura de la rosa que es casi un animal, un corazón sangrante. Un llorido, hincado, pero lleno júbilo ante la gracia. La promesa de un poeta quiere ser la vida y muerte que se abrazan y difunden fraternalmente. Es sobre el bien y el mal inmolándose a sí mismos, el uno al otro, en un altar llamado poesía.

Pero, sobre todo, La promesa de un poeta es sobre el amor: el amor al hombre. Y a la poesía.

COMENTARIO A LA PROMESA DE UN POETA (Inédito, proyectado para la primera edición de La promesa de un peta. Guadalajara, México; febrero, 2005)

Por Arturo Accio

La promesa de un poeta es un poemario escrito por un hombre que ha abandonado esta tierra para dirigirse en un vuelo hacia la melancolía, la angustia, el sufrimiento, el amor y el júbilo, con un corazón moribundo que en el último momento ha decidido vivir y entregarse a sus sueños/realidad hasta el límite.

La grandeza de un árbol esta en los abismos donde vive su raíz, y en esas profundidades, Aleqs nutre sus escritos; en lo primitivo, en el canto de un cisne negro, en el desierto interno y externo, en la fatalidad de revivir imágenes dónde parecería que nos espera un nostálgico tren de vapor que nos alejará de los brazos de la amada por siempre.

Aleqs funde todos sus ideales estéticos románticos en una acción lúdica para lograr, no una aburrida y nítida visión digital de la realidad que nos privaría de la imaginación y nos convertiría en simples observadores, sino que nos entrega un trabajo en blanco y negro donde la belleza de la luz radica en la comprensión que cada uno de nosotros tengamos de la oscuridad.

PALABRAS COMO LIMINAR A LA PROMESA DE UN POETA (Inédito. Proyectado para para la primera edición de La promesa de un poeta. Puerto Vallarta, 2005)

Por: Kyliel Castillas Magaña

Un paisaje bucólico en la negrura. Licántropo y Nosferatu trashuman por el musgo que se abandona estéril. Ya se ha trazado una brecha de palabras y lleva siempre a una misma fatalidad: es el laberinto que confluye en un secreto… Se encuentran con desgano; el miedo se multiplica en su mirada adyacente (son la duna y el árbol quienes han puesto el hielo en un incendio); el miedo es ilusorio aviso. El desconcierto produce el abrazo y el íntimo renacer de un instinto: es la bestia en la fusión. El poeta.

Lágrima, sangre y leche son una sola y misma sustancia regeneradora de la muerte: no hay palabra para definir lo inmaculado, todo está teñido de distancias que van desde el hombre hasta su propia entidad humana.

La promesa de un poeta no es realmente un recuento de polaridades: Eros y Tánatos, lo divino y lo infernal, no se oponen; se funden y difunden en un polvo de hilos muertos, vacío hasta de la misma indiferencia. El deseo se asume caído y por eso ama la muerte. Su destino es recrearse al ser vencido por la palabra, dolerse de sí mismo y refocilarse en su miseria… Por eso el erotismo que guía al texto es absolutamente andrógino, porque no hay dolor que no se agote en una lucha en que ternura y ausencia se inmolen la una a la otra.

Así como luz y sombra aparecen constantemente, los ojos ponen en abismo al texto: el lector lee mientras anochece en su mirada y las frases se suceden sin desbandarse. La luz aparece con el único objetivo de anunciar el regreso de la oscuridad a ras del suelo. Por eso los pies divagan y el poemario no es otra cosa que una bitácora de viajes: una teleología de lo infinito, sin forma, sin sentido, sin puerto ni existencia. El agua no es vida, sino otra suerte de desierto fulminado por el extravío:

Has visto, amada, cómo los navíos
parecen ser devorados por el océano abisal
en la noche negra que para siempre todo lo cubre?
Mira siempre la suerte del navío que es igual a la nuestra.
¡La noche devora igual a la embarcación grande
que a la pequeña!

La mirada es miedo, por eso la imagen se presenta plástica y descarada, descarnada y desplomada:

Más allá de las colosales catedrales del cristiano culpable,
de las avenidas empedradas donde el pobre comercia; incluso más allá
de los cristales luminosos de los prósperos y cómodos hostales,
abandonando tu cuerpo tendido sobre el delicioso camastro,
bello tu pensamiento vuela a descansar a un cementerio.

Es el amor que se anida en una pupila tenebrosa y no se humilla ante su propia destrucción. No renacimiento, sino ansia de morbilidad. La belleza más etérea, el más lánguido apego a sus influencias, se tornan infectos incluso en momentos como éste, donde las catedrales advierten cielo y verticalidad. Sin embargo, Muerte, postrada en el planeta, opta por su descanso.

El sujeto lítico, trastornado, peregrina por el mito clásico al reinventar a una Penélope que no teje y desteje; pero escribe e incendia y “desgarra sus ropas, y en vano clama al horizonte”. El sujeto lírico valida el mito apócrifo judeocristiano y lo infecta de vampiros aullantes; se hunde en una piedra y, ya muerto, se recuesta en su acabada existencia. Clama por su propia destrucción.

Dejen que los perros laman la sangre coagulada,
que los cuervos coman mis ojos y se roben mis zapatos.
Yo quedaré como el sediento que cae sobre el desierto:
dormido sobre una roca plana, exhausto
y sin regreso.

El poeta ha trazado una vertical desde sus ojos hacia sus zapatos que deambulan muertos: pero hasta esa línea está “dormida en una roca plana…”. Su creación no se “cierne sobre la superficie de las aguas” (Génesis I: 1) como un espíritu genésico, sino que yace sobre su espalda, justo en la posición repudiada por Lilith. La voz de La promesa de un poeta parece anhelar el amoroso reencuentro en que Dios y divinidad cohabiten para siempre e inicien su nuevo clan. Uno dotado de vida… y susceptible de la muerte.